martes, 17 de marzo de 2009

LOS ANARQUISTAS-faure



LOS ANARQUISTAS
QUIÉNES SOMOS - QUE QUEREMOS - NUESTRA REVOLUCIÓN

ANTE TODO: ¿QUIÉNES SOMOS?

Se tiene de los anarquistas, como individuos, una idea muy falsa.
Unos nos consideran como inofensivos utopistas, dulces soñadores; nos tratan de espíritus quiméricos, de imaginación extravagante, como si dijeran semi-locos. Estos, dìnanse considerarnos como enfermos que las circunstancias pueden convertir en peligrosos, pero no como malhechores sistemáticos y conscientes.
Otros nos juzgan de muy diferente manera: piensan que los anarquistas son brutos ignaros, plenos de odio, violentos y dementes, contra los cuales no se sabría preservarse demasiado ni ejercer una represión bastante implacable.
Unos y otros están equivocados.
Si somos utopistas lo somos a la manera de nuestros predecesores que osaron proyectar en la pantalla del porvenir imágenes en contradicción con la de su época. Somos, en efecto, los descendientes y los continuadores de esos hombres que, dotados de percepción y sensibilidad más vivas que sus contemporáneos, presintieron la aurora aunque estaban sumergidos en las tinieblas.
Somos los herederos de esos hombres que, viviendo en una época de ignorancia, de miseria, de opresión, de fealdad, de hipocresía, de iniquidad y de odio, entrevieron en una ciudad de saber, de bienestar, de libertad de belleza, de sinceridad, de justicia y de fraternidad, y que con todas sus energías labraron para la edificación de esta ciudad maravillosa.
Que los privilegiados, los satisfechos, y toda la secuela de mercenarios y de esclavos interesados en la conservación del régimen del cual son o creen ser los aprovechadores, dejen desdeñosamente caer el epíteto despectivo de utopistas, soñadores, espíritus extravagantes, sobre los animosos artesanos y los clarividentes constructores de un porvenir mejor; es su misión. Están en la lógica de las cosas.
Hay que reconocer, por otra parte, que sin estos soñadores, cuya herencia hacemos fructificar, sin estos constructores quiméricos y esas imaginaciones enfermizas -en todas las épocas se ha calificado así a los innovadores y sus discípulos- estaríamos todavía en las edades ha tiempo desparecidas, las cuales nos cuesta trabajo creer hayan existido, ¡tan ignorante, salvaje y miserable era el hombre con ellas!
¿Utopistas porque deseamos que la evolución, siguiendo su curso, nos aleje más y más de la esclavitud moderna: el salariado, y haya del productor de todas las riquezas un ser libre dichoso y fraternal?
¿Soñadores, porque prevemos y anunciamos la desaparición del Estado, cuya función es explotar el trabajo, quebrantar las iniciativas, avasallar el pensamiento, ahogar el espíritu de rebeldía, poner un dique a los impulsos hacia lo mejor, perseguir a los sinceros, engordar a los intrigantes, robar a los contribuyentes, mantener a los parásitos, favorecer la mentira y la intriga, estimular las funestas rivalidades, y cuando se siente su poder amenazado, lanzar sobre los campos de carnicería, todo lo que el pueblo posee de más sano, de más vigoroso, de más hermoso?
¿Espíritus quiméricos, imaginaciones extravagantes, semi-locos, porque comprobando las transformaciones lentas, demasiado lentas para nuestro deseo, pero innegables, que impulsan las sociedades humanas hacia nuevas estructuras, edificadas sobre renovadas bases, consagramos nuestras energías en debilitar, para finalmente destruir, la estructura de la sociedad capitalista y autoritaria?
Desafiamos a los informados y atentos de nuestra época, a acusar seriamente de desequilibrio a los hombres que proyectan y preparan ciertas transformaciones sociales.
Insensatos, por el contrario, y no a medias, sino totalmente los que se imaginan interceptar el camino a las generaciones contemporáneas que corren hacia la revolución social, como el río que se dirige hacia el océano; puede ser que con la ayuda de poderosos diques y hábiles desvíos, estos dementes moderen más o menos el curso del río, pero es fatal que éste, tarde o temprano, se precipite hacia el mar.
No! los anarquistas no son ni utopistas ni soñadores, ni locos, y lo prueba el hecho de que en todas partes los gobiernos los persiguen y encarcelan con el fin de impedir la palabra de la verdad vaya libremente al oído de los desheredados, cuando, si la enseñanza libertaria expresase la demencia o la quimera, le sería muy fácil poner de manifiesto su sinrazón y absurdo.
Algunos pretenden que los anarquistas son brutos ignorantes.
Es cierto que no todos los libertarios poseen la vasta cultura ni la superior inteligencia de los Prohudon, de los Bakunin, de los Eliseo Reclus, de los Kropotkin.
Es exacto que muchos anarquistas, heridos por el pecado original de los tiempos modernos: la pobreza, debieron desde la edad de doce años abandonar la escuela y trabajar parea vivir; pero, el solo hecho de haberse elevado hasta la concepción anarquista denota una viva compresión y manifiesta un esfuerzo intelectual del que seria incapaz un bruto.
El anarquista lee, medita, se instruye cada día.
Experimentar la necesidad de ensanchar sin cesar el circulo de sus conocimientos, de enriquecer constantemente su documentación. Se interesa por las cosas serias; se apasiona por la belleza que le atrae, por ciencia que le seduce, por la filosofía de la cual está sediento. Su esfuerzo hacia una cultura más profunda y más vasta no se detiene. Cree que nunca será bastante. Cuanto más aprende, más se complace en educarse.
Por instinto se da cuenta que, si quiere alumbrar a los otros, es menester, ante todo, hacer provisión de la luz.
Todo anarquista es un propagandista; sufriría si callara las convicciones que le animan, y su mayor alegría consiste en ejercer alrededor, en cualquier circunstancia, el apostolado de sus ideas. Estima que ha perdido su día si nada aprendió o enseñó, y lleva tan alto el culto de su ideal que observa, compara, reflexiona, estudia, siempre, ya para ponerse en condiciones de exponerlo y hacerlo amar.
¿Y este hombre sería un bruto grosero?
¿Y un individuo de tal naturaleza sería de una crasa ignorancia?
Mentira! Calumnia!
Es opinión extendida que los anarquistas son rencorosos, violentos.
Sí y no.
Los anarquistas tienen odios; éstos son vivaces, múltiples; pero, sus odios son la consecuencia lógica, necesaria, fatal de sus amores. Odian la servidumbre, porque aman la independencia; detestan el trabajo explotado porque aman el trabajo libre; combaten violentamente la mentira, porque defienden ardientemente la verdad; execran la iniquidad porque tienen el culto de la justicia; odian la guerra, porque luchan apasionadamente por la paz.
Podríamos prolongar esta enumeración y mostrar que todos los odios que llenan el corazón de los anarquistas tienen por causa el inquebrantable apego a sus convicciones, que estos odios son legítimos y fecundos, virtuosos y sagrados.
No somos rencorosos por naturaleza. Somos, por el contrario, de corazón afectuoso y sensible, de temperamento sensible a la amistad, al amor, a la solidaridad, a todo aquello que acerque a los individuos.
No podría ser de otro modo, ya que lo más caro a nuestro sueño y nuestro fin, es suprimir entre los hombres todo lo que se levanta para originar luchas de los unos contra los otros: Propiedad, Gobierno, Iglesia, Militarismo, Policía, Magistratura.
Nuestro corazón sangra y nuestra conciencia se rebela ante el contraste de la miseria y la opulencia. Nuestros nervios vibran y nuestros cerebros se sublevan a la sola evocación de las torturas que sufren los hombres y las mujeres que en todos los países, y por millones agonizan en las prisiones y las ergástulas. Nuestra sensibilidad se estremece y todo nuestro ser se llena de indignación y de piedad, al pensar en las salvajadas, en las atrocidades que con la sangre de los combatientes, empapan los campos de batalla.
Los rencorosos son los ricos, que cierran los ojos al cuadro de la indigencia que los rodea y de la cual son causa directa; son los gobernantes, que decretan a sangre fría, son los execrables aprovechadores, que amasan fortunas con sangre y lodo; son los perros de la policía, que hunden sus colmillos en la carne de los pobres; son los magistrados que sin pestañar condenan, en nombre de la ley y de la sociedad, a los infortunados, sabiendo que son víctimas de esta ley y de esta sociedad.
En cuanto a la acusación de violencia, con lo cual se pretende aplastarnos, basta para hacer justicia, abrir los ojos, y comprobar que en el mundo actual, así como en los siglos pasados, la violencia gobierna, domina, tritura y asesina. Es la regla y está hipócritamente organizada y sistematizada. Se afirma todos los días, bajo las formas y apariencias del recaudador, del propietario, del patrono, del gendarme, del carcelero, del verdugo, todos profesionales bajo múltiples formas, de la violencia, de la fuerza, de la brutalidad.
Los anarquistas quieren establecer la armonía libre, la ayuda fraternal, el acuerdo armonioso. Pero saben-por la razón, por la historia, por la experiencia-que sólo podrán edificar su voluntad de bienestar y de libertad para todos, sobre las ruinas de las instituciones establecidas. Tiene conciencia de que solamente una revolución violenta se hará dueña de la resistencia de los amos y sus mercenarios. La violencia se transforma así para ellos, en una fatalidad; la sufren, pero no la consideran sino como una reacción necesaria por el estado permanente de legítima defensa en que se encuentran, a toda hora, los desheredados.


LO QUE QUEREMOS

El anarquismo no es una de esas doctrinas que emparedan el pensamiento y excomulgan brutalmente a cualquiera que no se someta a ellas en todo y para todo.
El anarquista es, por temperamento y definición, refractario a todo espíritu de reclutamiento que trace al espíritu limites y restrinja la vida.
No hay, no puede haber, ni credo, ni catecismo libertario.
Lo que existe y que se puede denominar la doctrina anarquista, es un conjunto de principios generales, de concepciones fundamentales y de aplicaciones prácticas sobre las cuales se ha establecido el acuerdo entre individuos que son enemigos de la autoridad y luchan, aislados o colectivamente, contra todas las disciplinas o trabas políticas, económicas, intelectuales y morales que derivan a ella.
Puede, pues, haber, y en efecto hay, muchas variedades de anarquistas; pero todas tienen un rasgo común que las separa de todas las otras variedades humanas.
Este punto común, es la negación de principio de autoridad en la organización social y el odio a todas las trabas que tiene origen en las instituciones basadas sobre este principio.
Entonces, pues, cualquiera que niegue la autoridad y la combata, es anarquista. Se conoce poco la concepción libertaria; se la conoce mal. Es menester precisar y desarrollar un poco lo que precede.
Voy a intentarlo.
En las sociedades contemporáneas, llamadas equivocadamente civilizadas, la autoridad reviste tres formas principales que engendran tres grupos de obligaciones:
1. La forma política; el Estado
2. La forma económica; la Propiedad
3. La forma moral; la Religión
La primera: el Estado, dispone soberanamente de las personas; la segunda, la Propiedad, reina despóticamente sobre los objetos; la tercera, la Religión, pesa sobre las conciencias y tiraniza las voluntades.
El Estado toma al hombre en la cuna, lo matricula en los registros del Estado Civil, lo aprisiona en la familia si la tiene, lo entrega a la asistencia pública si es abandonado por los suyos, lo encierra en la red de las leyes, reglamentos, prohibiciones y obligaciones, lo convierte en un súbdito, un contribuyente, en soldado, a veces, en detenido o forzado; en fin, en caso de guerra, en un asesino o un asesinado.
La Propiedad reina sobre los objetos; suelo, subsuelo, medios de producción, de transporte, de cambio; todos los valores del destino convertidos por la rapiña, la conquista, el latrocinio, el fraude, la astucia o la explotación, en la cosa de una minoría. Es la autoridad sobre las cosas, consagrada por la legislación y sancionada por la fuerza, para el propietario, el derecho de usar y abusar, y para los no poseedores, la obligación, si quieren vivir, de trabajar por cuenta y provecho de los que han robado todo ("La Propiedad, dice Prohudon, es un robo"). Establecida por los espoliadores y apoyada sobre un mecanismo de violencia extremadamente poderoso, la ley consagra y conserva la riqueza de los unos y la indigencia de los otros. La autoridad sobre los objetos, la Propiedad, es hasta tal punto criminal e intangible, que donde es impulsada hasta los límites extremos de su desarrollo, los ricos pueden a su gusto e impunemente reventar de indigestión, mientras que faltos de trabajo, los pobres mueren de hambre. (La riqueza de los unos, dice J.B.Say, el economista liberal, esta amasada con la miseria de los otros).
La Religión, es la tercera forma de autoridad. Pesa sobre el espíritu y la voluntad; entenebrece el pensamiento, desconcierta el juicio, arruina la razón, avasalla la conciencia. Toda la parte intelectual del ser humano es su esclavo y su víctima.
El dogma, religioso o laico, resuelve desde lo alto, decreta brutalmente, aprueba o condena, ordena o prohíbe sin apelación; ¡Dios quiere o no!, ¡la Patria lo exige o lo prohíbe!, ¡el Derecho lo ordena o lo condena!, ¡la Moral y la Justicia lo mandan o lo prescriben!
Prolongándose en el dominio moral, la Religión enseña e impone una moral en perfecto acuerdo con la moral codificada, guardiana y protectora de la Propiedad y del Estado, de la cual se hace cómplice convirtiéndose en lo que en ciertos medios impregnados de superstición, de chauvinismo, de legalidad y autoridad, se denomina con buena voluntad; ``la gendarmería suplementaria``.
No pretendo de ninguna manera, agotar aquí la enumeración de todas las formas de autoridad y de la obligación. Señalo las esenciales, y para distinguirlas más fácilmente las clasifico. Esto es todo.
Negadores y adversarios implacables del principio de autoridad que, en el plano social, representa un puñado de privilegiados de todo el poder y pone al servicio de este puñado, la Ley y la Fuerza, los anarquistas libran un combate encarnizado contra todas las instituciones que proceden de este principio, e invocan para participar en esta batalla necesaria a la masa prodigiosamente numerosa, a la cual estas instituciones aplastan, condenan al hambre, envilecen y matan.
Queremos anonadar al Estado, suprimir la propiedad y eliminar de la vida la impostura religiosa, a fin de que, desembarazados de las cadenas cuyo aplastante peso paraliza su marcha, todos los hombres puedan por fin, sin Dios ni amo y en la independencia de sus movimientos, dirigirse con paso acelerado y seguro, hacia los destinos del Bienestar y la Libertad que convertirán al infierno terrestre en un lugar de felicidad.
Tenemos la inquebrantable certeza que cuando el Estado, que nutre todas las ambiciones y rivalidades, cuando la Propiedad, que fomenta la concupiscencia y el odio, cuando la Religión, que mantiene la ignorancia y suscita la hipocresía, hayan sido heridas de muerte, los vecinos que estas tres autoridades fusionadas cortan el corazón de los hombres desaparecerán a su turno.
Muerto el perro se acabó la rabia.
Entonces nadie querrá mandar, puesto que, por una parte, nadie consentirá en obedecer, y que, por otra toda veleidad de opresión habrá sido quebrantada; nadie podrá enriquecerse a expensas de otro puesto que la fortuna particular habrá sido abolida: sacerdotes mentirosos y moralistas tartufos, perderán todo ascendiente, puesto que la naturaleza y la verdad habrían recobrado sus derechos.
Tal es, a grandes rasgos, la doctrina anarquista. He aquí lo que quieren los anarquistas.
La tesis anarquista impone, en la práctica, algunas consecuencias que es menester señalar.
La rápida posición de estos colorarios, bastará para situar a los anarquistas frente a todas las otras tesis y también a precisar los rasgos por los cuales nosotros nos diferenciamos de todas las otras escuelas filosófico-sociales.
Primera consecuencia. - El que niega y combate la autoridad moral: la Religión, sin negar y combatir las otras dos, no es un verdadero anarquista, y si se me permite decir, un anarquista integral, puesto que, siendo enemigo de la autoridad moral y de las obligaciones que implica queda partidario de la autoridad política: el Estado, y de la autoridad económica: la Propiedad.

Pasa lo mismo y por el mismo motivo con aquél que niega y combate la Propiedad, pero admite y sostiene la legitimidad y la beneficencia del Estado y la Religión.
Y ocurre también lo mismo con aquel que niega y combate el Estado, pero admite y sostiene la Religión y la Propiedad.
El anarquista integral condena con la misma convicción y ataca con igual ardor todas las formas y manifestaciones de la Autoridad y se yergue con igual vigor contra todas las obligaciones que comportan ésta o aquellas.
Pues de hecho y de derecho, el anarquismo es anti-religioso, anti-capitalista (el capitalismo es la fase históricamente contemporánea a la propiedad) y anti-estatista.
Afronta el triple combate contra la Autoridad. No ahorra sus golpes ni al Estado, ni a la Propiedad, ni la Religión.
Quiere suprimir a los tres juntos.
Segunda consecuencia.- Los anarquistas no creen en la eficacia un simple cambio en el personal que ejerce la Autoridad. Consideran que los gobernantes y los poseedores, los sacerdotes y los moralistas, son hombres como los otros, que no son por naturaleza, ni peores ni mejores que el común de los mortales, y que, si encarcelan, si matan, si viven del trabajo ajeno, si mienten, si enseñan una moral falsa y convencional, es porque funcionalmente en la necesidad de oprimir, explotar y de mentir.
En la tragedia que se representa el papel del gobierno, cualquiera que sea, hacer la guerra, recaudar los impuestos, golpear a los que infringen la Ley y masacrar a los que se rebelan; es el papel del capitalismo, cualquiera que sea, explotar el trabajo y vivir como parásito; es el fin del sacerdote, del profesor de moral, cualesquiera que sean, ahogar el pensamiento, obscurecer la conciencia y encadenar la voluntad.1
He aquí por que combatios a los malabaristas, cualesquiera que sean, de todos los partidos, cualesquiera que sean, su único esfuerzo, tiende a persuadir a las masas cuyos sufragios mendigan, que todo marcha de mal en peor porque ellos no gobiernan y que todo marcharía bien si ellos gobernaran.
Tercera consecuencia- Se infiere de todo lo dicho que, siempre lógicos, somos adversarios de la autoridad que se ejerce, con la misma razón y en el mismo grado que de la autoridad que se sufre.
No querer obedecer, pero querer mandar, no es ser anarquista. No permitir explotar su trabajo, pero consentir en explotar el trabajo ajeno, no es ser anarquista.
El libertario rehúsa dar órdenes, así como rehúsa recibirlas. Experimenta por la condición de jefe repugnancia como por la de subalterno. No da su consentimiento para constreñir o explotar a los otros ser él mismo explotado u obligado. Está a igual distancia del amo que del esclavo. Puedo declarar que, en último análisis, acordamos a los que se resignan a la sumisión, circunstancias atenuantes que rehusamos formalmente a los que consienten en mandar; pues los primeros se encuentran a veces en la necesidad - es para ellos, en ciertos casos, cuestión de vida o muerte - de renunciar a la rebeldía, mientras que nadie es constreñido a mandar, ejercer función de jefe o amo.
Aquí se pone en manifiesto la profunda oposición, la distancia infranqueable que separa las agrupaciones anarquistas de todos los partidos políticos que se dicen revolucionarios o pasan por tales. Pues, del primero al último. Del más blanco al más rojo, todos los partidos políticos luchan por desplazar del poder al partido que lo ejerce y convertirse en amo a su vez. Todos son partidarios de la Autoridad, a condición de que ellos la ejerzan.
Cuarta consecuencia - No queremos solamente abolir todas las formas de autoridad; queremos destruirlas todas simultáneamente, y proclamamos que esta destrucción total y simultánea es indispensable.
¿Por qué?
Porque todas las formas de autoridad se apoyan, están indisolublemente ligadas las unas a las otras. Son cómplices y solidarias. Dejar de subsistir una sola es favorecer la resurrección de todas ¡ maldición a las generaciones que no tenga el valor de ir hasta la total extirpación del germen morboso, del foco de infección!
Verán pronto reaparecer la podredumbre. Inofensivo al principio. Imperceptible y como sin fuerza, el germen se desarrollara, se fortificará, y cuando el mal, habiendo pérfidamente crecido en la sombra, estalle en plena luz, será menester recomenzar la lucha para derribarlo definitivamente.
¡No! ¡ No! Nada de formas vagas, nada de medias tintas, nada de confusiones. Todo o nada.
La guerra está declarada entre los dos principios que se disputan el imperio del mundo: Autoridad o Libertad.
El democratismo sueña con una conciliación imposible: la experiencia ha demostrado el absurdo de una asociación entre estos principios que se excluyen.
Es menester elegir.
Únicamente los anarquistas se pronunciaron a favor de la libertad. Tienen en contra el mundo entero.
¡No importa! Vencerán.

NUESTRA REVOLUCIÓN

" Los anarquistas quieren instaurar un medio social que asegure a cada individuo el máximo bienestar y de libertad adecuados a cada época".
Impregnad bien vuestro cerebro con esta declaración; pesad sucesivamente y sin apresuraros cada término; seguid el encadenamiento riguroso del pensamiento expresad y comprenderéis todo el programa libertario.
Hace ya sesenta y tres años (1894), que he escrito estas líneas en mi ensayo de filosofía libertaria "El Dolor Universal"; "¡Bienestar y Libertad!"
Tal ha sido, ayer, la divisa de los anarquistas; tal es la de los libertarios de hoy y se puede atrevidamente decir que sea la de los anarquistas del futuro.
"Bienestar y Libertad" asegurados los más ampliamente posible a cada individuo, he aquí el fin constante hacia el cual han tendido y tenderán con toda su voluntad, los anarquistas de todos los tiempos.
Una vez abierto ante cada individuo, es decir, ante todos los seres humanos sin ninguna excepción, el camino que conduce a un bienestar sin cesar creciente, y a una libertad siempre más completa, el avance se producirá, la marcha hacia adelante seguirá su curso tan rápidamente y tan lejos - sin detenerse jamás - como el progreso infinito.
Pero es indispensable que, ante todo, la ruta sea abierta, y, para que lo sea, es necesario destrozar los obstáculos que la obstruyen.
Hemos visto que estos obstáculos son: el Estado, la Propiedad y la Religión.
Este triple obstáculo sólo puede ser aplastado por el esfuerzo violento y victorioso de las masas oprimidas, explotadas y engañadas.
He ahí en primer término una obra revolucionaria o, mejor aún, la Revolución misma.
Han comprendido esta verdad, los adeptos del sindicalismo anti-político, del sindicalismo que, rechazando la tutela y la subordinación a todos los partidos políticos, confían en sí mismos, en sus efectivos, en su organización y en su propia acción, todas las fuerzas delas cuales tienen necesidad para libertar el trabajo y realizar sus fines de emancipación integral.
Lo han comprendido de esta manera todos los que trabajan sinceramente y de todo corazón por la Revolución.
Se abusa de este mágico vocablo: "¡Revolución!"Se le deshonra en tal forma, que si los anarquistas no estuviesen para conservarle su puro, elevada, clara y exacta significación, terminaría por ser despojado de su sentido positivo, como la palabra "República" o el vocablo "Democracia".
El advenimiento al poder del Partido Socialista nada tiene de común con la Revolución, cuyo objeto es y cuyo resultado debe ser la desaparición de las clases antagónicas y la instauración en común de todas las riquezas y de todos los medios de producción.
La conquista del Poder por el Partido Comunista, la toma de posesión el estado por campesinos y los obreros y la organización de la dictadura denominada dl proletariado, solo son la máscara y la negación de la Revolución Social, en lugar de verdadera faz y afirmación.
Nadie, ciertamente, puede impedir a los partidos socialistas y comunistas pretender ser revolucionarios; pero es evidente que no lo son.
En verdad, solo son revolucionarios verdaderos, positivos, los anarquistas, puesto que únicamente ellos no se proponen modificar mas o menos profundamente el estado de cosas actual, y, sobre todo, el Estado y la Propiedad, sino que están resueltos a suprimir totalmente el Estado y abolir definitivamente el derecho de Propiedad.
Salta a la vista: entre nuestra revolución que tiende a no dejar subsistir ninguna de las instituciones presentes de tiranía, de represión, de explotación, de mentira y de odio, y la revolución preconizada por los partidos socialistas y comunistas, pseudo-revolución que se limita a enmendar más o menos estas instituciones y transformarlas en apariencia y superficie más que en realidad y en profundidad, hay todo un mundo de diferencias, de oposiciones.
Nos queda señalar nuestros métodos revolucionarios y establecer su valor.
Tal como nosotros la concebimos, la Revolución Social abarca e implica necesariamente, tres períodos que se suceden metódicamente y se encadenan cronológicamente:
Primer período: Antes de la Revolución.
Segundo período: Durante la Revolución.
Tercer período: Después de la Revolución.
Es como un drama fabuloso cuya acción comienza en el primer acto, alcanza en el segundo su punto culminante y decisivo, y en el tercero su desenlace.
En materia de Revolución, se atribuye a los anarquistas - ¡ es menester, si el proverbio es verdadero, que seamos ricos para que nos atribuyan tantas cosas!- yo no sé que concepción romántica, anticuada y absurda.
He encontrado por centenas, - y ¡quién sabe cuántas encontraré todavía!- gentes que me han dirigido esta pregunta: " si la Revolución estallase inesperadamente ¿ qué haríais?"¡ Y era menester ver con que satisfacción me era espetada esta difícil pregunta!
Y bien, yo no respondo a una pregunta tan absurda.
Si, absurda es esta pregunta, cuando ella se dirige a los anarquistas. ¡Ah! Yo no concibo que se la dirijan a los socialistas o a los comunistas. Para ellos, basta que se apoderen del poder, que en él permanezcan y la Revolución es un hecho realizado: sólo hay que establecer la dictadura para defender y estabilizar el flamante Estado.
Al día siguiente, aparecen como en el pasado, gobernantes y gobernados; dictadores en ejercicio y una masa de esclavos, altos y bajos, funcionarios en multitud, burócratas en cantidad, una muchedumbre de "interesados" que cuanto menos producen más zumban y se agitan; otra vez aparece el Estado con sus Leyes, sus tribunales y sus prisiones, con sus jueces, sus gendarmes, sus diplomáticos, sus políticos y sus soldados.
En realidad, nada ha cambiado, excepto la etiqueta y el color. Testigo, Rusia, donde el zar se llama X, Y o Z y los ministros, comisarios del pueblo, donde los espías y los soldados son rojos, donde los agiotistas hacen su agosto, donde algunos yantan más de lo que han merecer, mientras la mayoría se ciñe la cintura.
No hay duda que una revolución (¿) de este calibre puede estallar inesperadamente, por un simple golpe de fuerza diestramente preparado y felizmente ejecutado.
Pero que ser nos diga que hay de común entre este cambio de etiqueta y la Revolución Social. Sobre la etiqueta que lleva el frasco leo claramente: "Estado Obrero y Campesino, dictadura proletaria; gobierno de los soviets". Veo claramente todavía la etiqueta y el frasco son de color rojo; pero él liquidó en el contenido es siempre el brebaje de servidumbre, de miseria y de mentira.
Nuestra revolución trastocará de abajo a arriba toda la estructura política, económica y moral, y sobre este derrumbe instaurará un medio social que asegure a cada individuo el máximun de bienestar y libertad.
Tal resultado -imbécil el que así no lo concibe presupone un periodo preparativo cuya duración nadie puede fijar, pero del cual es razonable prever que abarcara cierto tiempo.
Cuando, por una parte, el atolladero político, la incoherencia económica y los abusos escandalosos de los dirigentes hayan llegado al colmo de la indignación popular; cuando por otra parte la educación de los trabajadores haya llevado su comprensión al punto que se harán conscientes de la incapacidad de la clase burguesa y de la capacidad de la clase obrera; cuando el proletariado haya reforzado su organización, multiplicado y fortificado sus agrupaciones de combate; cuando en fin, se haya preparado para la acción por una serie de luchas: huelgas, motines, agitaciones de toda naturaleza que alcancen, en ciertos casos, hasta la insurrección; entonces bastara la gota de agua que hace desbordar la copa para que la Revolución estalle.
a) Una ruptura cada vez más evidente en el equilibrio político, económico y moral del régimen capitalista;
b) Una propaganda activa y perseverante, que estimule la educación revolucionaria de los trabajadores;
c) Una organización sólida, poderosa, capaz de reunir en el momento señalado por la gravedad de las circunstancias, todas las fuerzas de rebelión constituidas por numerosas y enérgicas agrupaciones.
d) Un proletariado llevado a la acción decisiva por una serie de desordenes, agitaciones, de huelgas, de motines, de insurrecciones.

Reunidas estas condiciones se puede tener la certeza de que una Revolución estallando bajo la influencia de uno de estos acontecimientos que levantan, arrastran y apasionan a las masas populares, y las precipitan instintivamente, con avasallador empuje contra el régimen que quieren derribar, no se detendrá a medio camino.
Este movimiento, en el cual los anarquistas se lanzarían los primeros, con la rapidez, el impulso, la resolución y la valentía que los caracteriza, y del cual continuarán siendo los animadores, iría hasta el fin, es decir, hasta la victoria.
Esta fase mas o menos larga del drama Revolucionario constituirá el segundo acto: el punto culminante y decisivo.
Solo finalizara cuando el soplo puro y regenerador d la revolución libertaria haya destruido todas las instituciones del despotismo, del robo, de la decadencia intelectual y de la podredumbre moral que encuentran en la base de todo régimen social inspirado en el principio de autoridad.
Esta revolución llevara en sus flancos todos los gérmenes en desarrollo del nuevo mundo que dará a luz, entre el pánico angustioso de los amos y la alegría y el entusiasmo de los parias.
Los anarquistas velaran para que no se produzca un aborto; sabrán sacar provecho de las rudas enseñanzas que implican los movimientos revolucionarios registrados por la historia. Permanecerán tanto tiempo como sea menester, en estado de permanente insurrección contra las tentativas de restauración autoritaria: política, económica o moral. No confiarán a ningún poder la salvaguardia de las conquistas revolucionarias. Llamarán para defender estas conquistas contra cualquier dictadura, a la multitud -¡por fin!- libertada de la esclavitud.
Permaneciendo siempre, después de la tormenta revolucionaria, como antes y durante ella, los enemigos irreductibles del principio de Autoridad y de sus nefastas consecuencias, se limitarán a ser los consejeros, los animadores, y los guías de la masa obrera. Orientarán y sostendrán los primeros pasos de esta multitud en la vía, definitivamente abierta, de la organización libre de la vida social.
Y, estremecida y agitada aun por la batalla apenas terminada y coronada por la victoria, esta multitud no regateara su confianza a los anarquistas que, por la audacia en las iniciativas, la intrepidez en la acción y el ejemplo de su desinterés habrán sido los mejores obreros de esta victoria.
Sabiendo claramente lo que se quiere a todo precio, y mejor aún lo que no se quiere a ninguno, los anarquistas beneficiarán de esta confianza, de la cual sabrán hacerse dignos, para oponer a toda tentativa de dominación política o explotación económica, un frente de batalla sólido e invencible.
La tarea no se limitara, pues, a la victoria. Consistirá en evitar las desviaciones y falsas maniobras; se dedicara sobre todo a hacer inmediatamente posibles y tangibles las ventajas que una verdadera revolución debe poner a disposición de todos.
Los anarquistas se consagran con ardor en inspirar y secundar vigorosamente los esfuerzos de las masas trabajadoras, buscando en ellas mismas y encontrando en sus aptitudes naturales, unidas a la experiencia, las formas superiores de producción fraternal y de reparto equitativo de las riquezas, cuya única fuente es el trabajo.
La vigilancia de los compañeros no cesara, sino cuando todas las instituciones del Autoritarismo hayan definitivamente desparecido; sino cuando el amor y la practica de una vida libre hayan saturado tan fuertemente al hombre nuevo, que todo retorno ofensivo a las conspiraciones autoritarias no sea de temer, por su importancia.
Cuando las masas obreras y campesinas hayan tomado en sus manos sus propios destinos; cuando en posesión de su auto-dirección, ejercen el dominio de sus movimientos, pensamientos y propios sentimientos, no tardaran en depositar en ellas mismas esta confianza, que, en todo tiempo, los jefes se han esforzado en arrebatarles con la finalidad de explotar en su provecho la creencia de las multitudes alucinadas y equivocadas, en la, necesidad de la Providencia y los Salvadores.
Entonces, gracias al libre acuerdo, gracias a la convivencia fraternal que los gobernantes no podrán ya turbar, gracias en fin, al espíritu de solidaridad que surgirá naturalmente de la desaparición de las clases y la reconciliación de los intereses individuales, se edificara una estructura social cada vez más bella, más espaciosa, mas ventilada, más luminosa, donde cada uno se instalara según sus deseos y conveniencias, en el cual todos los humanos gustaran, los encantos de la paz, la dulzura del bienestar, las alegrías o mas bien los recreos de la cultura y los beneficios incomparables de la Libertad.

1 El que no quiere oprimir, ni explotar, ni mentir, no tiene mas que negarse a ser gobernante, patrono, magistrado, policía, militar, etc.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Comunismo Libertario



EL COMUNISMO LIBERTARIO

Para hablar de experiencias con tintes anarquistas podemos remontarnos siglos atrás, pero es Miguel Bakunin que en el seno de la Internacional de los Trabajadores, sistematiza y sintetiza los ejes articuladores del anarquismo ( lucha de clases, critica al capitalismo y al estado, antiautoritarismo, etc.). Bakunin empuñaría la tendencia conocida como colectivismo, que reivindica la propiedad social de los medios de producción y rechaza la plusvalía, pero sostiene que la retribución del trabajo individual debe ser proporcional al trabajo realizado. Posteriormente surgiría la figura de Kropotkin y la corriente comunista que rebate la postura colectivista bakunista, por ser esta fuente de desigualdad social y además de ello resultaría prácticamente imposible poder determinar a quien corresponde que, de los frutos del trabajo, ya que este es resultado de la labor conjunta. Así como el intelectual debe estudiar durante años para ejercer su rol, es también cierto que tiene la posibilidad de estudiar gracias a que otros están trabajando para que el disponga de tiempo libre y puede cultivar su intelecto. Imaginen si no hubiera quien construya los edificios, cultive los campos o labore en la industria; que es lo que comería el intelectual, donde se cobijaría, que utensilios usaría, etc.? Además de ello ha de considerarse que la labor del obrero es rutinaria, monótona y exige considerable esfuerzo físico, mientras la labor intelectual es mas grata, diversa y casi no demanda trabajo físico. Por ello el comunismo libertario apunta a la propiedad social de los medios de producción y al disfrute de los frutos del trabajo por igual, a la libertad, igualdad, libertad política y social de todos los productores. Resume muy bien el pensamiento comunista libertario, la vieja formula: “ Cada quien según su capacidad y a cada quien según su necesidad”. Un argucia frecuentemente usada por nuestro enemigos, es tachar al anarquismo de abstracto y suprahistorico. Es preciso denotar, que el anarquismo no nace de la cabeza de cuatro tipos; los escritores clásicos descubrieron las ideas libertarias en el seno de la clase trabajadora, en sus luchas históricas, en sus necesidades y urgencias, sus experiencias y reacciones. Limitándose ellos a especificarla y divulgarla con la fuerza de su pensamiento. Por tanto el anarquismo es producto de la lucha de clases, de carácter materialista, histórico y revolucionario. Nació de lo social y tendrá que esperar un coyuntura histórica determinada para mostrarse claramente en una concepción revolucionaria, completa y coherente. Pero así como las aspiraciones libertarias reivindican al individuo como tal, caer en el sofisma de sostener una sola humanidad es reaccionario y burgués. La humanidad no es una sola esta dividida en clases en un extremo la burguesía propietaria de los medios de producción y que a través de la explotación lucra, y en el otro polo la clase trabajadora (en su sentido mas amplio) que vive de su laburo y que es la productora de la riquezas sociales, pero que a cambio recibe solo lo necesario para no morirse ya que esto permite al capitalista lucrar. En el medio una clase que péndula oscilante entre un polo y otro, que carece de peso social y económico capaz de determinar el rumbo histórico. Mientras lo burgueses pretenden enriquecerse lo mas posible a costa del trabajo ajeno, los productores buscan satisfacer sus necesidades materiales y espirituales, Si llegaran a hacerlo seria el fin de la ganancia para el capitalista, por ello decimos que sus interés son opuestos y así como la clase capitalista jamas renunciara a sus privilegios, la clase trabajadora no obtendrá libertad e igualdad sino es a través de la destrucción total de la burguesía y su sistema capitalista, además de su estado. El proletariado es la clase revolucionaria por sobre todas, pues es quien puede desarrollar una revolución social y no solo política, al emprender control directo de la producción, rompiendo con el sistema capitalista , no solo se libera a si misma sino también a la humanidad entera. Es la ocupación y la actitud lo que define a la clase trabajadora, mas que el salario. Privar al anarquismo de su carácter clasista, es hacer de este una mística de llorones pacifistas, que neutralizan su carácter revolucionario, condenandolo al amorfismo , a un humanitarismo vago y abstracto. Curiosidad académica para la burguesía. Una sociedad en la cual se implementen la propiedad colectiva y los principios de igualdad, no es compatible con explotación y estructura jerárquica alguna, es necesariamente la negación de esta. Solo la destrucción completa de las bases de dominación y explotación permitirá una revolución social, de lo contrario una casta burocrática que usurpe la voluntad de los trabajadores condenara inexorablemente a la desigualdad y opresión a esa sociedad. Los bolcheviques gritan dictadura del proletariado, como fase esencial para defender la revolución y desarrollar la economía, una pandilla de monos sabios insisten en saber que es lo que le conviene a la clase trabajadora, acaso no es esto un atropello? Considerar a los trabajadores como inválidos mentales, incapaces de administrar sus propias vidas? La división entre los que trabajan y los que administran este trabajo, es la fuente del burocratismo, de la desigualdad, de la explotación, de la coerción. Es menester ganar y conservar el control de la producción en manos de los directos interesados, ello es el total reemplazo de la autoridad. Aboliendo los privilegios de las minorías que explotan y dirigen, siendo el cuerpo completo de los trabajadores (la asamblea) el que controle, organice y realice su propia administración, autentica democracia, libertad en igualdad económica, disponiendo según las necesidades de la revolución, del interés social. De este modo el control obrero debe ser la abolición de todo poder ejercido por una minoría, de toda manifestación del estado. No puede seguir siendo cuestión de una clase dominando y guiando, sino mas bien de manejo y administración , en la arena política tanto como en la económica, por las organizaciones de masas económicas, de las comunas, del pueblo en armas.. Es el poder directo del pueblo, no del Estado. Mientras se mantengan los principios de explotación y coacción la esclavitud pervivirá, así como un órgano canceroso debe ser extirpado radicalmente aunque tenga una sola célula cancerosa que puede diseminar la enfermedad. De igual forma el absurdo de transitoriedad de cualquier tipo de estado es la garantía de la muerte de la revolución. El sentido burgués de la libertad es el total libertinaje de hacer y deshacer a mi antojo, incluso llegando a explotar y oprimir al resto. Nos adherimos a Bakunin cuando dice: “ La libertad del otro no es un limite para la mía propia, sino que la prolonga hasta el infinito” Y en verdad afirmamos que la libertad no es objeto de propiedad privada, mas por el contrario, es un fenómeno social única garantía para el desarrollo de la humanidad. Esta no resulta de una abstracción, sino de un proceso dialéctico en los que libertad e igualdad son una unidad indivisible, solo el establecimiento de relaciones igualitarias entre individuos puede asegurar una autentica libertad. Y solo la gestión directa de nuestros recursos puede asegurar igualdad. La Revolución es el momento en el que la nueva sociedad nace, destruyendo la estructura de la vieja: Capitalismo, Estado e Ideologías burguesas. Así la revolución es un pasaje entre dos mundos, posible bajo ciertas condiciones objetivas. El acto revolucionario es preparado por largo tiempo al interior de la vieja sociedad, y que ha de orientarse a la toma y administración de los centros de producción y de intercambio por las organizaciones de masas. Es exitosa en la medida que no solo suprime a los viejos dominadores y paraliza la maquinaria gubernamental, sino también destruye las instituciones legales del Estado: sus leyes costumbre, métodos jerárquicos y privilegios, tradición y culto al Estado como una realidad psicológica colectiva. La defensa de esta se asegura interna y externamente en base a una población armada organizada en milicias, con el imprescindible apoyo del proletariado internacional y de posibilidades reales de expandirla universalmente. Su muerte es su limitación y la restauración del Estado bajo pretexto de defenderla. Ya que la única garantía que sobreviva es la afirmación del territorio en su carácter comunista libertario. Produciendo energía y entusiasmo en casa y solidaridad y contagio hacia afuera.







PRINCIPIOS Y FINALIDADES


(1) (1) El comunismo libertario fomenta la lucha de clases. Tiene como objetivos: abolir toda jerarquía y crear una sociedad mundial sin clases sociales: el anarco-comunismo.

(2) El capitalismo se basa en la explotación de los trabajadores por la clase dominante. Sin embargo, la desigualdad y la explotación también se expresan en términos de raza, género, sexualidad, sanidad, aptitud y edad. En estos casos, una parte de la clase obrera oprime a otra. Esto nos divide, impide la unidad de la clase obrera y refuerza el poder de la clase dominante, que resulta beneficiada. Los grupos oprimidos se refuerzan cuando hacen acciones autónomas, las cuales subvierten las relaciones (sociales y económicas) de dominación. Para conseguir nuestro objetivo, debemos renunciar al poder que ejercemos unos sobre otros, tanto a nivel personal como político.

(3) Afirmamos que la lucha contra el racismo, el sexismo (machismo) y la homofobia son tan importantes como cualquier otro aspecto de la lucha de clases. No se puede lograr comunismo anarquista mientras exista el racismo y el sexismo. Puede que las mujeres, personas de color y homosexuales precisen organizaciones independientes para tener éxito en la lucha contra la opresión en la sociedad y en su propia clase. No obstante, deberían organizarse como mujeres o negros Obreros porque las organizaciones que son una mezcla de clases ocultan las diferencias reales entre sus miembros y, por lo tanto, logran muy poco. La liberación total no se puede conseguir sin la abolición del capitalismo.

(4) Nos oponemos a la ideología de «liberación nacional» que afirma la existencia de intereses comunes entre los patrones y los trabajadores de la misma nación contra la dominación extranjera. Apoyamos todas las luchas de la clase obrera contra el racismo, el genocidio, el etnocidio y el colonialismo político y económico. Nos oponemos a la creación de una nueva clase dominante. Rechazamos todas las formas de nacionalismo porque solamente sirve para dividir a la clase obrera internacional. La clase obrera no tiene patria y las fronteras nacionales deben ser eliminadas. Queremos construir una internacional anarquista para trabajar junto a otros Revolucionarios libertarios de todo el mundo.

(5) Además de explotar y oprimir a la mayoría de los habitantes del mundo, el capitalismo amenaza al mundo con la guerra y la destrucción del medio ambiente.

(6) La abolición del capitalismo solamente será posible con una Revolución, que surgirá de la lucha de clases. Hay que derribar Totalmente a la clase dominante y destruir el estado para lograr el comunismo anarquista. Porque la clase dominante recurrirá a la fuerza de las armas antes que abandonar su poder, la Revolución social será un tiempo de violencia así como de Liberación.

(7) La liberación verdadera solo se podrá realizar por la autoorganización de la clase obrera a gran escala. La sociedad anarco-comunista exige, más que la cooperación entre iguales, la participación activa en el proceso de formar y crear la sociedad durante y después de la revolución social. Durante la lucha revolucionaria, la gente necesitará crear sus propias organizaciones revolucionarias, controladas por cada uno de sus miembros. Estas organizaciones serán autónomas, no estarán controlados por partidos políticos. Dentro de estas organizaciones aprenderemos a organizarnos.

(8) Como anarquistas, nos organizamos en cada aspecto de la vida para impulsar el proceso revolucionario. Creemos que es necesaria una organización anarquista fuerte para lograr este fin. A diferencia de otros supuestos socialistas o comunistas no queremos el poder o el dominio para nuestra organización. Reconocemos que solamente los trabajadores mismos pueden hacer la revolución social. Sin embargo, antes de la revolución debe haber organizaciones capaces de convencer a los trabajadores de la validez de la alternativa anarquista y sus métodos. Participamos en las luchas como anarquista comunistas y nos organizamos de forma federativa. Rechazamos el sectarismo y luchamos por un movimiento Anarquista unido.

Aqui un brebe video de la anda Sin Dios de España muy buen video en pokas palabras el sueño que pronto llegara.






HIMNOS ANARQUISTAS

Alas barricadas.


Negras tormentas agitan los aires
nubes oscuras nos impiden ver.
Aunque nos espere el dolor y la muerte
contra el enemigo nos llama el deber.
El bien más preciado es la libertad
luchemos por ella con fe y con valor.
Alza la bandera revolucionaria
que llevará al pueblo a la emancipación.
Alza la bandera revolucionaria
que llevará al pueblo a la emancipación.
En pie el pueblo obrero, a la batalla
hay que derrocar a la reacción.
¡A las barricadas! ¡A las barricadas!
por el triunfo de la Confederación.
¡A las barricadas! ¡A las barricadas!
por el triunfo de la Confederación.










Hijos del pueblo
Hijo del pueblo, te oprimen cadenas,
y esa injusticia no puede seguir;
si tu existencia es un mundo de penas
antes que esclavo prefiere morir.
En la batalla, la hiena fascista.
por nuestro esfuerzo sucumbirá;
y el pueblo entero, con los anarquistas,
hará que triunfe la libertad.
Trabajador, no más sufrir,
el opresor ha de sucumbir.
Levántate, pueblo leal,
al grito de revolución social.
Fuerte unidad de fe y de acción
producirá la revolución.
Nuestro pendón uno ha de ser:
sólo en la unión está el vencer.







La internacional anarquista.

¡Arriba los pobres del mundo!
¡En pie los esclavos sin pan!
Alcémonos todos, que llega
La Revolución Social.
La Anarquía ha de emanciparnos
de toda la explotación.
El comunismo libertario
será nuestra redención.
Agrupémonos todos
a la lucha social.
Con la FAI lograremos
el éxito final.
Color de sangre tiene el fuego,
color negro tiene el volcán.
Colores rojo y negro tiene
nuestra bandera triunfal.
Agrupémonos todos
a la lucha social.
Con la FAI lograremos
el éxito final
Los hombres han de ser hermanos,
cese la desigualdad.
La Tierra será paraíso
libre de la Humanidad.
Agrupémonos todos
a la lucha social.
Con la FAI lograremos
el éxito final
Agrupémonos todos
a la lucha social.
Con la FAI lograremos
el éxito final.